Final Fantasy VII ha sido uno de los juegos que ha definido mi adolescencia. No lo recuerdo con exactitud, pero es probable que fuese el primer videojuego de rol que jugué, antes incluso de Baldur’s Gate, y desde el principio se convirtió en una de las inspiraciones más potentes que he tenido de cara a los juegos de rol, tanto en mesa como en video juegos.
Cuando salió Final Fantasy VII Remake no me cupo duda alguna de que me jugaría este juego. Pero no ha sido sino hasta Enero de este año que decidió comprarlo y comenzar a jugarlo, aprovechando una oferta de Steam con la que también he podido hacerme con su secuela, Final Fantasy VII Rebirth.
Desde mi punto de vista, Final Fantasy VII es en gran medida lo que cualquier fan de la saga desearía poder ver en el remake de uno de sus juegos: los gráficos son increíbles, las actuaciones de los personajes encajan a la perfección con la visión que el juego original daba de ellos, los entornos son impresionantes y están tan vivos como uno podría esperar, la historia sigue el mismo patrón que la original… Es impresionante ver los movimientos de Cloud, Barret, Tifa y Aerith mientras conversan entre ellos o se desplazan por el mapa durante un combate para enfrentarse a sus enemigos. Los cuatro poseen el carisma que los hizo entrañables en el juego original y es fácil reconocerlos y sentirse cómodo con ellos.
Pero Final Fantasy VII Remake no es el mismo juego que se publicó en 1997. El punto más claro de esto es que este juego tan solo cubre la historia que el juego original te contaba en la mitad del primero de los tres CD-ROMs de los que constaba este juego. A cambio, el juego se ha ampliado enormemente para ofrecer muchos más detalles sobre Midgar y sobre los personajes que participan en la historia durante este arco argumental, en especial Biggs, Wedge y Jesse. No solo eso, sino que además de ir reconociendo detalles del juego original en los escenarios y los eventos que visitamos (la metralleta rota en la tienda de objetos en el Mercado Muro es un detallazo), tenemos la oportunidad de conocer nuevos personajes que intentan mostrarnos la profundidad y el carácter que los distritos 7 y 5 de Midgar y el Mercado Muro poseen. Tengo la sensación de que estas adiciones no serán del gusto de los fans más acérrimos del juego, ya que algunos alteran detalles o concepciones que poseíamos del juego original o añaden arcos argumentales que podríamos considerar innecesarios (la vuelta a las cloacas en busca de Don Corneo, o el laboratorio del que Hojo no nos deja escapar en cierto punto del juego). Pero en mi opinión, me gusta lo que han intentado hacer los desarrolladores, ya que a pesar de ser algo flojas, no creo que se alejen del sabor y el sentido que caractiza Final Fantasy VII.
A nivel narrativa, quizás el aspecto que más me hace rechinar los dientes es el concepto de «destino» que han incorporado al juego. ¡Cuidado con los SPOILERS en este párrafo! Tengo la sensación de que quieren provocar un enfrentamiento entre la historia original y la que podríamos descubrir jugando esta serie de juegos, como si de alguna manera nos estuviesen invitando a expresarles a los desarrolladores cuánto queremos que la nueva historia que están contando se aleje de la original.
A mí el concepto me tiene un tanto dividido. Por un lado tengo curiosidad por saber qué es lo que nos quieren proponer y en qué detalles podría cambiar la historia de Final Fantasy VII. Al fin y al cabo, si bien el final del juego original es apoteósico, creo que deja bastantes cabos sueltos y mucho espacio a un final mucho más satisfactorio que el que se publicó en el juego original. Por otro lado, temo que los cambios que deseen introducir puedan suponer una deriva tan grande del juego original que haga que pierda su esencia. Y en cualquier caso, tengo un gran temor de que todo esto sea tan solo una excusa para poder introducir a Sephiroth forzosamente, en un punto de la historia en el que no tiene sentido que se produzca un enfrentamiento.
Por otro lado, la jugabilidad es impecable. Final Fantasy VII Remake se aleja del juego de rol por turnos que era el juego original, aunque mantiene mecánicas que hacen referencia al juego original, como el uso de la materia y los límites. Sin embargo, lo hace convirtiendo el combate en acción a tiempo real, en el que los personajes pueden moverse a través del mapa para esquivar ataques o posicionarse adecuadamente contra los enemigos y desencadenar poderosos ataques contra ellos. En cada momento puedes controlar tan solo uno de los tres personajes que están en tu grupo mientras los otros dos luchan independientemente. En cualquier momento puedes cambiar a cualquiera de los otros personajes y combatir con ellos. Cada personaje posee un rango de acciones propias: mientras Cloud y Tifa se especializan en el combate cuerpo a cuerpo, Barret permite luchar a distancia y Aerith se especializa en ataques mágicos. La variedad es muy amplia y los enemigos también son muy variados, haciendo que el juego sea entretenido si te esfuerzas en probar las distintas combinaciones que te ofrecen todos los personajes. Se une a ello el poder llevar a cabo invocaciones en determinadas batallas, que te proporcionan un combatiente más y un conjunto de ataques especiales adicionales que cualquier personaje puede llevar a cabo.
En definitiva, es un juego en el que no falta la acción. La narrativa es divertida y muy impresionante, permitiéndote ver a algunos de los personajes favoritos de muchos millenials en acción una vez más.
Por mi parte, me falta por jugar el DLC de este juego, Intermission. A ver qué tal es manejar a Yuffie antes de pasar a Rebirth en algún momento de 2025.
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